Te preguntarás qué tiene que ver García Márquez con el hambre emocional. En principio nada, pero releyendo una frase suya yo sí lo he relacionado, con el hambre emocional y con la forma en la que interpretamos la vida.
Decía el escritor colombiano, “la vida no es la que uno vivió, es la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”. En mi caso, no puedo estar más de acuerdo. Nuestra memoria es selectiva, recordamos aquello que queremos recordar, de entre los miles de imágenes elegimos unas en concreto y las teñimos con nuestros sentimientos, opiniones y creencias. Además, hay algo más “peligroso” en el ejercicio de recordar una vida, las interpretaciones que hacemos de lo que nos pasa.
En una conversación normal, en una discusión o en un simple saludo rápido en la calle hacemos mil interpretaciones sobre la intención que nuestra pareja o nuestro vecino tienen con cada palabra que dicen.
Hay momentos de mi vida en la que yo misma me convierto en una especie de adivina o “lectora de mentes”. Cuando me cambio el color del pelo, me compro ropa nueva y pido opinión, por ejemplo, puede que me encuentre con respuestas ambiguas, del estilo,” uy, te veo diferente”, en mi caso, la “adivina” que hay en mí, interpreta rápidamente que, “no le gusta nada, es una frase hecha, si le gustase me diría directamente, qué bien te queda o qué guapa estás”.
Esta situación es sencilla y poco trascendente (bueno, depende de para quién) pero este funcionamiento es un “hábito” bien establecido en nosotr@s que funciona en momentos y circunstancias donde las interpretaciones pueden hacernos mucho daño. Por eso, la vida no es lo que nos ocurre, es lo que nos contamos que nos ocurre como decía García Márquez. Esa narración que hacemos en nuestra cabeza, esa interpretación que damos por buena, en muchos casos, sin contrastarla con el otro, nos genera unas emociones y pensamientos que se transforman en un impulso irrefrenable por comer.
El coaching es un proceso para descubrir cómo nos estamos contando la vida y encontrar puntos de vista que nos movilicen, que sean útiles, prácticos y resolutivos en nuestro día a día.
Sería mejor dejar las historias de ficción para los escritores y construir una historia personal que nos acerque lo más posible a la verdad de los hechos y nos aleje del sufrimiento de las interpretaciones.
Interessante Reflexion