¿Comes por ansiedad o simple supervivencia?

Hace tiempo leí una frase que me llamó la atención, “el cerebro te quiere vivo, no feliz”. Esto me hizo pensar en mi día a día, en como las emociones que consideramos “negativas” o los pensamientos que me avisan de un posible “peligro”, desde tener cuidado para no tropezarme en la calle (lo cual ocurre muy a menudo) hasta prestar atención cuando cruzo (soy muy despistada) me invaden. Lo cierto es que me he dado cuenta de que vivo en una situación de hipervigilancia. Mi cerebro está atento a todo y me habla sin cesar de todas las posibilidades negativas que pueden darse, la verdad es que tengo un cerebro entre miedoso y agorero.

Leyendo más sobre el tema parece que todo tiene una explicación: nuestro cerebro está programado así para mantenernos a salvo, es una cuestión de supervivencia, aunque a mí me gustaría que mi cerebro fuera un poco “más relajado” con este tema de sobrevivir porque ve amenazas por todos los sitios.

Esta hipervigilancia nos lleva a una situación de tensión insostenible, el malestar es constante y es necesario encontrar una manera de liberarlo y ¿cuál es una manera rápida y satisfactoria de calmarnos? Adivina, la comida.

Queremos calmarnos cuanto antes, sentirnos bien, soltar la presión, la tensión y la ansiedad. En ese momento en el que elegimos lo que queremos comer en función de lo que sentimos es casi seguro que escojamos alimentos dulces o grasos, a nadie le da por comer lechuga en situaciones así. Cuando te sientes mal, solo quieres relajarte y dejar las preocupaciones de lado, ¿verdad?

Comer por ansiedad o emocionalmente es algo que todos hacemos, el problema es cuando la comida es nuestro principal recurso para afrontar momentos de tensión, estrés o ansiedad

Si no hemos encontrado previamente otras alternativas para gestionar nuestras emociones en situaciones así, va a ser muy difícil que no recurramos a comer de una forma compulsiva que no somos capaces de parar. Y ya sabemos las consecuencias después de sufrir un episodio de descontrol con la comida, que aparece la culpa en todo su apogeo y también esa voz chillona que nos recuerda que no tenemos voluntad, que no sabemos afrontar las cosas, que no valemos para nada, etc.

Entonces todo comienza de nuevo, queríamos sentirnos bien y esa sensación de calma y satisfacción ha durado un instante, dando paso a una situación igual o peor que la que teníamos antes de empezar a comer compulsivamente.

Es un círculo vicioso al que hay que ponerle fin ¿cómo? De la forma que te comentaba antes, estando preparad@s. Si somos capaces de identificar qué emociones, situaciones o pensamientos nos están generando malestar o sufrimiento, si conseguimos entender el porqué nos hacen sufrir, la comida dejará de ser nuestro único recurso.

El coaching te permite encontrar las respuestas que necesitas y, a partir de ellas, encontrar tus propios recursos para afrontar o gestionar la situación que vives o las emociones que sientes sin recurrir a la comida.

El cambio en tu vida será radical, pasarás de la culpa y la autocrítica a conocer y usar todo tu potencial, a mejorar tu autoestima y la confianza y seguridad en ti mism@.

En tu mano está que seas tú quien controla tus emociones y no ellas a ti.

E-mail: laura@lausanz.com
Móvil: + 34 682 245 929

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