Escucha esta entrada en formato podcast:
En un articulo anterior del blog hemos puesto la atención en las causas de porqué comemos sin control y lo hemos hecho a través de un ejercicio de autoconocimiento. En este caso vamos a ver algunos de los motivos que hacen que comamos de forma emocional ¿Cuántas veces nos pasa que comemos algo que nos recuerda a nuestra abuela o a nuestra madre, a los momentos felices pasados en nuestra infancia, a esa época de tu vida en la que vivías feliz y libre de preocupaciones? ¿recuerdas esa tarde en casa en la que las horas parecía que no pasaban y decidiste ir a “echar un vistazo” a lo que había en el frigorífico o en esos armarios donde guardas el dulce? ¿y qué me dices de ese día previo a un examen importante en el que te era difícil controlar tus nervios y buscaste un poquito de chocolate para calmar la ansiedad?
Como ves son variados los motivos que nos llevan a utilizar la comida como recurso para calmar esas emociones que aparecen en nosotras en diferentes circunstancias. A continuación, enumero algunos de ellos:
- No saber cómo gestionar las emociones “negativas”. Al no saber gestionar estas emociones negativas muchas personas recurren a la comida para sentirse mejor de una forma inmediata. Tratan de esta manera de sofocar o eliminar esas emociones que les causan malestar. Nos han enseñado que no son buenas y eso nos hace temerlas. Sin embargo, si las conociéramos bien podríamos ver que también tienen una función positiva que nos daría una información valiosa sobre nosotras y sobre aquellos aspectos de nuestra vida que requieren de nuestra atención. Lo que yo hice fue buscar información sobre la función positiva de esas emociones que tanto me asustaba sentir, ansiedad, miedo, ira, pena etc. Eso me ayudo a comprenderlas y a afrontarlas.
- Autoexigencia y expectativas. En muchas ocasiones tenemos unas expectativas irreales sobre lo que deberíamos hacer y cómo deberíamos hacerlo. No somos máquinas, tenemos necesidades que tienen que ser atendidas (alimentación, descanso, sociabilización, etc.) a las que no prestamos atención. Solo oímos a esa voz crítica que nos dice lo que nos falta por hacer o lo que hemos hecho mal. Esto produce una desconexión de lo que realmente necesitamos y usamos la comida como un sustituto de todo ello y como un “ansiolítico” natural en estas situaciones que nos desbordan. Estaría bien que pudieras dedicar un momento del día a escuchar tus necesidades y atenderlas.
- Estrés. El estrés es una respuesta natural de nuestro cuerpo que nos prepara para afrontar una situación compleja. El problema se produce cuando el estrés se vuelve crónico amenazando nuestra salud física y emocional. En ese caso la comida se vuelve a convertir en una forma rápida para combatirlo. Si te ves sobrepasada por todo lo que tienes que hacer, busca la manera de compartir tus tareas y responsabilidades con las personas que te rodean, además, será una buena forma de estrechar lazos.
- Demasiado autocontrol. Esto es muy frecuente cuando se están haciendo dietas muy restrictivas que nos obligan a estar controlando las calorías y los alimentos que comemos. Este autocontrol nos genera una tensión que agota nuestros recursos y nuestra energía mental. Llegados a un punto de tensión es imposible seguir sosteniéndola y pasamos al lado opuesto, el descontrol cuando comemos. A veces, es más positivo ser un poco flexible con nuestra dieta que continuar con una alimentación muy restrictiva, ya que, esto puede terminar desembocando en una ingesta de comida de forma descontrolada acompañada de un gran sentimiento de culpa.
- La comida nos produce sensación de bienestar. Hay ocasiones o momentos en nuestro día a día en las que sólo encontramos placer o bienestar cuando comemos. Esto es indicativo de que hay una sensación de insatisfacción general en nuestra vida que exige un análisis más profundo. Puedes coger papel y boli y escribir aquellos aspectos de tu vida con los que no te encuentras satisfecha y pararte a pensar qué querrías cambiar o qué te gustaría conseguir. Este pequeño ejercicio te ayudará a ver qué te puede estar generando esa sensación de insatisfacción en tu vida que te hace comer y éste será el primer paso para poder solucionarlo.
- Sentimientos de soledad, vacío o aburrimiento. En este caso, la comida viene a “rellenar” esos espacios temporales y físicos de vacío. Comer no solo llena nuestra boca también ocupa nuestro tiempo y nos sirve de compañía en los momentos de soledad. Si tienes alguna afición que te apasione, que desarrolle tu creatividad, que te enriquezca o que, simplemente, te entretenga es el momento para dedicarte a ella.
- Nostalgia. Puede parecer sorprendente, pero éste, también, es un motivo que nos impulsa a comer emocionalmente. A veces, hay un alimento o una comida que nos recuerda a la infancia o a un momento de nuestra vida que fue especialmente feliz y al comerlo revivimos esas emociones. Si quieres recuperar esos recuerdos y las emociones que te producen es posible que lo logres viendo fotos de esos momentos o hablando con las personas que formaron parte de ellos y, si ya no están junto a ti, puedes escribirles una carta con todo lo que te gustaría decirles.
En el caso del hambre emocional no suele haber solo una causa. Creo que de estas seis que he mencionado he experimentado todas, en mayor o menor, medida en algún momento de mi vida. Conocerlas debería hacernos entender que nuestra vida está compuesta por muchas facetas que deben ser atendidas. Para nosotras es tan importante el trabajo como el ocio, el tiempo para los demás como el tiempo para nosotras mismas. Equilibrar cada una de estas áreas es primordial si queremos regular nuestras emociones y nuestra relación con la comida.
El coaching es un vehículo eficaz para descubrir nuestras prioridades y empezar a atenderlas, de esta forma nos sentiremos más plenas y más a gusto con nuestra vida.
Descarga esta entrada en PDF:
E-mail: laura@lausanz.com
Móvil: + 34 682 245 929